Árboles singulares
El castillo de Soutomaior conserva un gran legado de historia y naturaleza
El parque botánico tiene su origen a finales del siglo XIX, cuando el marqués de la Vega de Armijo y de Mos decide transformar el castillo en un palacio neogótico que disfrutaría la familia como residencia de verano. Los marqueses hicieron un gran esfuerzo por embellecer el entorno abriendo caminos, limpiando el bosque y trazando los jardines. Aquí, en el castillo que ellos reformaron, nació su querida sobrina, María Vinyals, que heredaría la finca.
En 1935 adquiere la propiedad la familia de Ostos y Ayala, que prestó especial interés en el cuidado del parque y aportó diversidad a los jardines introduciendo nuevas especies.
En 1982 el castillo y la finca los adquirió la Diputación de Pontevedra, que llevó a cabo una gran rehabilitación y abrió el jardín al público para que todas las personas pudiesen disfrutar de su riqueza botánica.
En nuestro paseo podemos comprobar el esfuerzo realizado en su divulgación y conservación. A cada paso descubrimos una sensación nueva. Especies procedentes de diferentes partes del mundo se han adaptado a nuestra tierra y conviven con la flora y la fauna autóctonas. Todos estos árboles forman parte de este paisaje histórico, algunos destacan por sus grandes dimensiones, otros por su edad, originalidad o belleza, pero tres lo hacen especialmente y se han ganado un hueco en el Catálogo gallego de árboles singulares de la Xunta de Galicia:
Araucaria de Chile Araucaria araucana (Molina) K. Koch
Contamos con una gran araucaria de aproximadamente 25 metros de altura. Es el mayor ejemplar de Galicia y fue candidato a Árbol Europeo del Año en 2019. Se alza en pleno centro del parque botánico, a medio camino entre el estanque y la fuente de la Marquesa.
Es uno de los referentes del Catálogo gallego de árboles singulares en cuanto a flora alóctona. Destaca por su morfología y, sobre todo, por lo poco frecuentes que son los ejemplares adultos en Galicia.
La especie es endémica de los bosques subantárticos, presentes en el extremo sur de Argentina y Chile. De hecho, su etimología hace referencia a Arauco (Chile), donde fue descubierta.
Se caracteriza por ser un árbol perennifolio, de lento crecimiento y gran longevidad, ya que puede superar los 1.000 años.
Sus hojas le confieren una apariencia inconfundible, que hace que sea conocida como “cola de macaco”. Su corteza también es muy característica, de color grisáceo. Con el tiempo se arruga y se cubre de marcas en forma de anillo, que son las cicatrices de las viejas ramas.
Criptomeria Cryptomeria japónica D. Don
En nuestro jardín se conservan varios ejemplares de criptomeria, pero hay uno que destaca especialmente y, por ello, se merece un hueco en el Catálogo gallego de árboles singulares.
Crece en la parte alta del parque, cerca de la plaza de la fuente, y no pasa desapercibido debido a su originalidad y sorprendente forma. Tiene una altura aproximada de 30 metros y su aspecto más distintivo es la base de su tronco, totalmente hueca. Sin duda, esta criptomeria es una de las representantes de su especie más grandiosas de Galicia.
Es muy valorada como planta ornamental no sólo por su forma y porte, sino por sus hojas. Al igual que prácticamente todas las coníferas es un árbol perenne, pero el color de su follaje varía. Es verde en primavera y en verano, pero cambia a marrón rojizo en otoño y en invierno; esto se debe a que para protegerse del frío y evitar la congelación las hojas sintetizan pigmentos vegetales que le confieren ese aspecto cobrizo. El cambio cromático se aprecia muy bien en la criptomeria elegante Cryptomeria japónica `Elegans’, de la que también tenemos representación en el parque botánico.
La especie proviene de Japón, donde se conoce como sugi; se suele plantar alrededor de los templos para simbolizar la relación cultural y espiritual con la naturaleza. Allí existen ejemplares con nombre propio y más de 1.000 años.
Secuoya roja Sequoia sempervirens (D. Don.) Endl.
Contamos con numerosas secuoyas en nuestro parque botánico; entre ellas sobresale un impresionante ejemplar que, además, se encuentra en un lugar privilegiado custodiando la fuente de la Marquesa. Con sus 41 metros de alto y 9,5 metros de perímetro, luce como la secuoya roja de mayores dimensiones de nuestra comunidad; un gran coloso para el Catálogo gallego de árboles singulares.
Este majestuoso árbol es originario del oeste de Norteamérica. Su nombre es un homenaje a George Gist, un jefe indio conocido también como Sequoiah e inventor del silabario cherokee. Su apellido, sempervirens, proviene del latín y quiere decir ‘siempre verde’, ya que su hoja es perenne.
Sin duda, lo más llamativo de esta especie es su porte. Crece entre uno y dos metros anuales en su juventud y puede alcanzar los 110 metros de altura (equivalente a un edificio de 30 plantas). Curiosamente, hay otro tipo de secuoya llamada secuoya gigante, pero, a pesar de su nombre, las más altas son las secuoyas rojas, aunque las gigantes suelen ser más gruesas.